Esta película sigue la increíble epopeya de una comunidad de campesinos decididos a dejar un mundo mejor para sus hijos. Al mismo tiempo que apaciguan a los espíritus del Monte Chaparrí, en el bosque seco del noroeste de Perú, al pie de los Andes, transforman una región pobre y árida en una reserva natural.
Tras décadas de minería y deforestación, quinientas familias de campesinos decidieron tomar las riendas de su destino y transformar sus antiguos cotos de caza en una reserva donde se protegen y reintroducen especies amenazadas, como el oso andino, convirtiéndose así en una "comunidad ecológica”.
Con gran entusiasmo y tenacidad, y gracias a un encuentro providencial con un fotógrafo de fauna autóctona involucrado con la protección ambiental, los comuneros obtuvieron el apoyo de científicos estadounidenses y europeos y consiguieron enfrentar a las grandes empresas mineras que aún codician sus tierras.
Hoy, las tierras bajas se dedican a la agricultura biológica, mientras que las altas albergan la reserva. Los ingresos que obtienen les permiten mejorar sus condiciones de vida y financiar el desarrollo de escuelas y servicios sanitarios en los caseríos.
Convencidos de que la preservación del medio ambiente es el único futuro viable para la región, y para el mundo, multiplican los encuentros con otras comunidades, incluso en los Andes amazónicos, para incitarlas a seguir su ejemplo, con el objetivo de crear un gran corredor biológico, gestionado íntegramente por las poblaciones locales.
Esta película sigue la increíble epopeya de una comunidad de campesinos decididos a dejar un mundo mejor para sus hijos. Al mismo tiempo que apaciguan a los espíritus del Monte Chaparrí, en el bosque seco del noroeste de Perú, al pie de los Andes, transforman una región pobre y árida en una reserva natural.
Tras décadas de minería y deforestación, quinientas familias de campesinos decidieron tomar las riendas de su destino y transformar sus antiguos cotos de caza en una reserva donde se protegen y reintroducen especies amenazadas, como el oso andino, convirtiéndose así en una "comunidad ecológica”.
Con gran entusiasmo y tenacidad, y gracias a un encuentro providencial con un fotógrafo de fauna autóctona involucrado con la protección ambiental, los comuneros obtuvieron el apoyo de científicos estadounidenses y europeos y consiguieron enfrentar a las grandes empresas mineras que aún codician sus tierras.
Hoy, las tierras bajas se dedican a la agricultura biológica, mientras que las altas albergan la reserva. Los ingresos que obtienen les permiten mejorar sus condiciones de vida y financiar el desarrollo de escuelas y servicios sanitarios en los caseríos.
Convencidos de que la preservación del medio ambiente es el único futuro viable para la región, y para el mundo, multiplican los encuentros con otras comunidades, incluso en los Andes amazónicos, para incitarlas a seguir su ejemplo, con el objetivo de crear un gran corredor biológico, gestionado íntegramente por las poblaciones locales.