"¡Sí podemos! Y lo hicimos: ¡ahora no pueden pararnos!”. American Passages comienza con un momento de euforia desenfrenada en la noche de la elección de Obama en otoño de 2008: la gente baila en la calle y celebra la elección del primer presidente de color de EEUU. Se regocijan en este momento histórico, como si acabaran de liberarse del trauma de la esclavitud. Sin embargo, es el mismo momento en que la economía se resquebraja y la propia viabilidad que define al país se cuestiona de repente.
La cuestión del estado de América lleva a Ruth Beckermann de Nueva York a través del continente, por un total de once estados: a bloques de apartamentos donde la gente tiene muchos hijos y poco dinero, a fiestas, prisiones y monumentos, a casas privadas amenazadas de embargo, a juzgados, universidades y un casino. Y a los muchos “no-lugares” intermedios: Cafés de carretera, gasolineras, autopistas.
"¡Sí podemos! Y lo hicimos: ¡ahora no pueden pararnos!”. American Passages comienza con un momento de euforia desenfrenada en la noche de la elección de Obama en otoño de 2008: la gente baila en la calle y celebra la elección del primer presidente de color de EEUU. Se regocijan en este momento histórico, como si acabaran de liberarse del trauma de la esclavitud. Sin embargo, es el mismo momento en que la economía se resquebraja y la propia viabilidad que define al país se cuestiona de repente.
La cuestión del estado de América lleva a Ruth Beckermann de Nueva York a través del continente, por un total de once estados: a bloques de apartamentos donde la gente tiene muchos hijos y poco dinero, a fiestas, prisiones y monumentos, a casas privadas amenazadas de embargo, a juzgados, universidades y un casino. Y a los muchos “no-lugares” intermedios: Cafés de carretera, gasolineras, autopistas.