A la sombra de la imponente "Heroica" (la 3ª sinfonía), las novedades e idiosincrasias de la Segunda sinfonía parecen insignificantes, porque estamos mirando por el extremo equivocado del telescopio. En realidad, el paso que Beethoven dio de la Primera a la Segunda es enorme, no sólo por las dimensiones ampliadas de toda la obra, sino también por la mayor seguridad con la que llena esas dimensiones. La propia introducción de la Segunda, establece un tono nuevo y digno, abriendo un abanico de figuraciones ornamentales interrumpidas bruscamente por un acorde en Re menor y a las que sólo se permite avanzar bajo un estricto control métrico; los trinos supervivientes conducen directamente al discreto giro que abre primorosamente el primer Allegro en los bajos, a la vez, que sugiere el germen motívico del movimiento y su fuerza motriz. A mitad del Scherzo,volvemos a encontrarlo, y aquí conduce de nuevo al tema principal, un mosaico temperamental en tono y volumen. El corazón de la sinfonía es el Larghetto, alegremente afinado y sutilmente orquestado, un diálogo íntimo y sincero entre cuerdas y viento cuyos temas líricos son variados y se enriquecen con cautivadores adornos y delicados cambios de timbre, prefigurando un Andante de Schubert.
El final, virtuosista y percibido por los contemporáneos de Beethoven como extraño y peculiar, juega con los tres motivos del tema principal.
A la sombra de la imponente "Heroica" (la 3ª sinfonía), las novedades e idiosincrasias de la Segunda sinfonía parecen insignificantes, porque estamos mirando por el extremo equivocado del telescopio. En realidad, el paso que Beethoven dio de la Primera a la Segunda es enorme, no sólo por las dimensiones ampliadas de toda la obra, sino también por la mayor seguridad con la que llena esas dimensiones. La propia introducción de la Segunda, establece un tono nuevo y digno, abriendo un abanico de figuraciones ornamentales interrumpidas bruscamente por un acorde en Re menor y a las que sólo se permite avanzar bajo un estricto control métrico; los trinos supervivientes conducen directamente al discreto giro que abre primorosamente el primer Allegro en los bajos, a la vez, que sugiere el germen motívico del movimiento y su fuerza motriz. A mitad del Scherzo,volvemos a encontrarlo, y aquí conduce de nuevo al tema principal, un mosaico temperamental en tono y volumen. El corazón de la sinfonía es el Larghetto, alegremente afinado y sutilmente orquestado, un diálogo íntimo y sincero entre cuerdas y viento cuyos temas líricos son variados y se enriquecen con cautivadores adornos y delicados cambios de timbre, prefigurando un Andante de Schubert.
El final, virtuosista y percibido por los contemporáneos de Beethoven como extraño y peculiar, juega con los tres motivos del tema principal.